En la rambla


Luego de definir el tema que íbamos a abordar me pregunte en donde podría encontrar a adultos mayores en actividades recreativas. Rápidamente me surgieron diferentes ideas pero eran situaciones puntuales, un ejemplo de ellos es que los fines de semana por la mañana en la Plaza Fabini conocida popularmente como “Plaza del Entrevero” personas mayores realizan coreografías de tango, también recordé que en los Centros Culturales Zonales de los diferentes Municipios de Montevideo se llevan a cabo actividades recreativas enfocadas particularmente para este sector de la población. Pero como dije anteriormente son hechos puntuales, en cambio la idea era mostrar la recreación en la cotidianeidad del adulto mayor y por ello un día decidí recorrer la rambla montevideana. Un domingo en la mañana me dirigí hacia la Escollera de Sarandí y me encontré con dos personas que habitualmente concurren a ese lugar, charlé un rato con ellos compartiendo pensamientos y anécdotas. 

Apenas llegué a la rambla visualicé un hombre que en un principio parecía solitario aunque yo notaba que él hablaba pero no veía con quién, luego de un largo rato observando la situación divisé a una persona junto a él que antes no había percibido y allí comprendí porqué el hombre gesticulaba tanto. Desde un punto alejado comencé a sacar mis fotos y poco a poco me fui acercando para entablar una conversación. Al principio sorprendido con mi actitud mostraba cierto rechazo, fue allí cuando le conté porqué motivo me encontraba junto a él, desde ese momento lo noté más relajado y distendido. Me contó que acostumbra ir por las mañanas a practicar la pesca deportiva y “más aún si hay este sol”, además suele ir siempre a la misma roca, supuse yo que por hábito de buena suerte. Un hombre calmado y paciente, cualidades necesarias para la actividad que realiza, que aparentaba unos 70 años y combina la pesca con la música, ya que mientras espera que “pique algo” le gusta escuchar folklore.

Continué caminando por la rambla y me encontré con una señora que disfrutaba de una caminata con mate mientras paseaba a su perro. Diferente a la anterior situación, la señora y yo rápidamente entablamos conversación, creo que por cuestión de género. Muy desinhibida en la charla comenzó a contarme aspectos de su vida, sobre sus hijas y hasta del perro que paseaba. Jubilada y con mucho tiempo de ocio pasea por la rambla al menos dos veces por día, aprovechando la mañana y contemplando el atardecer. Camina por placer y para distraerse de la rutina, “me gusta el aire de mar… además de que me rejuvenece un poco” expresó. Como toda mujer se encarga de los quehaceres de la casa, vive a dos cuadras de la rambla y se entretiene paseando por ella, además le gusta leer libros y con ayuda de sus hijas maneja un poco la computadora del hogar. Cuando acotó esto último le pregunté rápidamente si utilizaba alguna red social y ella respondió “eso no es para mí” y se rió. Caminamos juntas unas cuantas cuadras en las que sin duda rescato la vitalidad y jovialidad que ella mostraba tanto física como espiritualmente.

          Fue una grata experiencia, aunque al principio dudaba de que pudiera resultar de todo esto, luego de observar mi relato culminado junto con las fotos que seleccioné para acompañar el mismo quedé conforme y satisfecha con mi trabajo de campo.








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